Pan negro y cola

Por admin

Moscú, sábado 29 de septiembre de 1990

Llevo tres días deprimido. Casi no he salido. Me dedico a deambular cabizbajo por la residencia y a atracarme de ensalada de remolacha y pepino, único alimento ofertado en el comedor desde hace unos días. Dicen que pronto volverán las salchichas, el queso insípido y los huevos fritos de las primeras jornadas. Eso espero. Comienzo a echar de menos el potaje de mi madre. Tomo conciencia de que la alimentación va a ser un problema. Nunca he sido de mucho comer, pero la cosa pinta muy mal por varias razones: 1) Estos tíos no han visto una aceituna en su vida y aquí sólo usan aceite para engrasar las máquinas: cocinan con mantequilla. Casi ná. Pienso en los olivos de mi abuelo y me entran ganas de llorar. ¿Cómo se hará un gazpacho con mantequilla? 2) No sé con qué cojones hacen el pan, pero es negro como el carbón (sin coñas). Y sabe muy pero que muy raro. 3) En las tiendas no hay mucho papeo. Me aseguran que no siempre es así y que ha habido épocas de abundancia pero lo que es ahora los escaparates están más tiesos que la mojama.

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Tienda de comida en el centro de Moscú. 1990

Enfrente de la residencia tenemos un almacén de comestibles muy cañero. Cada vez que voy flipo en colores por varios motivos:

a) No acabo de entender del todo el sistema para comprar. Se hace al revés que en España: aquí se paga primero y luego se pide lo que uno quiere. Que venga alguien y me lo explique. Misteriosamente, todo funciona como la seda. Lo que me aterra son las cajeras y las dependientas. Lo de menos es que todas tengan bigote. Lo de más es la mala hostia que gastan. Es como si te estuvieran haciendo un favor; o mejor dicho: es por qué te-están-haciendo-un-favor. Según me han contado, aquí todos son funcionarios, todo dios tiene el empleo y las habichuelas aseguradas, así que el que da un palo al agua es porque quiere. Bien pensado, no me extraña que las dependientas estén mosqueadas…

b) Te envuelven lo que compras en papel de estraza y usan los envases de tetrabrick a troche y moche, cosa que me fascina. En el cole llegué a escribirle una oda a Ruben Rausing y al envase tetraedro cuando iba a 8º de EGB. Un flipe lo de mezclar cartón con polietileno y aluminio para meter alimentos. Un crack ese Rausing. Ahora que en materia de flipes la palma se la lleva el ábaco. Las cajeras te hacen las cuentas provistas de un ábaco de madera que manejan con enorme destreza. Me alucina que una peña capaz de mandar naves espaciales automáticas a Venus o fabricar el RBMK, acojonante reactor nuclear de canales de alta potencia para la producción de plutonio, siga haciendo la cuenta de la vieja con un utensilio de madera del año de la tana.

c) Las cosas no tiene marca, o sea, que en un cartón de leche sólo pone eso, leche. Y así con casi todo. He visto caramelos y chocolates en el mercado negro que sí tenían marca pero está claro que aquí no saben lo qué es la publicidad. No hay anuncios ni en la tele, ni en los periódicos, ni en la calle. ¡Qué flipe! Aún así, los veteranos dicen que las cosas están cambiando desde que está Gorbachov, ese tío calvo con un mapa del mundo dibujado en la frente. Al parecer, la “Perestroika”, así llaman a lo que está haciendo este notas desde que se proclamó presidente hace cinco años, ha traído la Coca Cola y el McDonalds a los moscovitas.

Moscú, jueves 4 de octubre de 1990

Lo de los refrescos en este país es la caña. Como no hay bares y la gente acostumbra a pillarse las curdas en casa, las calles están llenas de enormes máquinas de refrescos. Enjuagas un vaso de cristal, metes unos pocos Kopeks (céntimos de rublo, la moneda oficial) y tienes tu ración de “Napitok” o de “Kvas”. Aunque a primera vista parece agua sucia, el Napitok es el resultado de hervir mucha fruta en agua (luego se enfría). Alimenta mucho y está que te cagas. El Kvas es la bebida nacional de Rusia, harina de centeno y manzanas fermentadas. No está mal y además tiene un poco de alcohol; si soplas de lo lindo puedes llegar a colocarte. Me molan estas máquinas, tendrían que ponerlas en la plaza de mi pueblo para joderle el negocio a ese rata de Sebastián Palomo, que regenta el bar principal. Tiene empleado a un sobrino que es tuerto. Cuenta la leyenda que su tío le sacó el ojo de una hostia el día que le pilló metiendo la mano en la bandeja de los panchitos. Se le iba a acabar el negocio al cabrón ese si se pusieran estas maquinas en la plaza…

El caso es que muchos rusos llevan siempre un vaso encima: no se fían de los que llevan las máquinas. ¿Qué dónde los guardan? En las bolsas con las que siempre cargan. Como las tiendas están medio vacías y nunca sabes cuándo vas a poder encontrar papeo en condiciones, los rusos llevan siempre una bolsa en el bolsillo, por si acaso. Se dice que el ruso está compuesto de tronco, cabeza, extremidades y bolsa. En serio, nunca salen sin ellas. Pero volviendo a los vasos de las máquinas de refresco: Ana, una chica de Madrid que estudia geología, se pilló unos herpes tremendos hace dos meses tras beber Napitok de la maquinita. La verdad es que me tienen acojonado con lo de los hongos. Pillarlos es el deporte nacional y todo dios te dice que tengas cuidado. La otra noche me desperté sudando como un pollo tras una pesadilla hongoliana: un champiñón gigante aficionado al flamenco me arrancaba la piel a tiras para hacerse las cuerdas de su guitarra. Todavía recuerdo su risa histérica mientras me hacía trizas. Monstruoso. Los estudiantes de medicina dicen que tenemos las defensas bajas debido a la (mala) alimentación; es decir, que cualquiera puede ser el siguiente. Ay…

Lo que más me flipa de las máquinas de refrescos de la calle son las colas que se forman en algunas. Eso es señal de que tienen Pepsi. Hasta la llegada de Gorbachov, Pepsi tenía el monopolio de las bebidas de cola en la URSS, conseguido tras la visita de Nixon a Moscú en 1972. Es la hostia, los soviéticos tienen unas bebidas naturales muy guapas y se matan por agua con burbujas y colorante. No quiero ni pensar qué va a pasar cuando esas máquinas empiecen a dispensar Coca Cola. Seguro que habrá tumultos. Aunque para colas las que hay en el McDonalds que abrieron hace un mes en la Plaza Pushkin. Es el único que hay en todo el país…

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Máquinas de refresos. Moscú. 1990

Una respuesta a “Pan negro y cola”

  1. Fujur
    septiembre 28th, 2007 13:54
    1

    Muy buen artículo sí señor!

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